sábado, 13 de diciembre de 2008

MIGUEL EL CHATARRERO

Aprovechando que mi hermana la más mayor me envió este video aunque ya lo teníamos visto, lo pongo para dar pie a contar una historia verdadera --como todas, porque lo demás serán cuentos--, sucedida a mí mismo.

Erase una vez que a los 14 años, Estudiando la E.G.B (Educamos Grandes Bobos), fue cuando me ocurrió este caso de risa imparable e “inoportuna”.
Ocurrió, como siempre ocurre, cuando la tensión es máxima entre las ganas de reir y la "necesidad" de ponerte serio dadas las circunstancias.

El caso es que teníamos un profesor de mates y física al que todos temíamos cada vez que entraba en clase, y digo miedo, más allá del estar al loro o tenerle cuidado,
y no digamos cuando empezaba a sacar gente a la pizarra
para ver cómo llevabas el tema,
o cuando se quitaba el reloj, aquello era para temblar,
un presagio fatal.

Puedo decir que a un compañero casi le deja tieso un día de esos que tenía casi todos.
Así ocurrió: Los dos en pie,
delante de la pizarra,
le cogió con la mano derecha por detrás de la cintura,
con la otra por detrás del cuello,
y le dio con la cabeza agachada cogiendo impulso contra la pared.
!!Y fuerte¡¡,
cuatro ó cinco veces.
¿Porqué?
¿Qué delito había cometido? Uno gravísimo;
no saber ni acertar a decir cuántos kilos eran una tonelada.

Lo primero que contestó fue que eran 10 kilos. ¿Queeé? ¡Golpetón que le endosó¡. ¿Cuántos kilos son una tonelada?, le volvió a preguntar elevando el tono y con la calva enrojecida. Va el otro y le contesta que 100 kilos. ¿Coomoooó? ¿Cieen kiilooos? Ahí le dio otro golpetazo que vibró hasta la pared. Claro, en aquel momento, en aquella jaula, no se movía ni el aire de la respiración de nadie; en nuestra aterrada imaginación, un mínimo movimiento del pecho, un ruidito al cerrar las pestañas, podría llamarle la atención y sacarte a la pizarra que era como ir al paredón.
Bueno, pues en la tercera respuesta estábamos --y todos los demás deseando que al menos lo acierte aunque sea de suerte--, cuando ya desesperado el chaval, no se le ocurre otra cifra que decirle 100.000. (Antes, esto que cuento no lo podía escribir o pensar sino llorando, pero hoy me he mezclado, al fin ya pasó, y he reído y llorado juntos).
¿¿DIEZ MIIIL??. Aquí se volvió loco y le dio dos o tres cabezazos seguidos que vamos, no le mató porque éste manchego debía tener la cabeza más dura que Don Quijote.

Así pues (se me había olvidado lo que estaba contando),
en un ambiente de miedo y terror generalizado pues tocaba Matemáticas,
ahí que llega un día Don Manuel --así se llamaba el matarife--,
cierra la puerta con sus manos y dedos repletos de pelo, y cruza la clase hacia su mesa
con andares de pistolero zambo entre un silencio absoluto.

Deja los libros en la mesa, se sienta con cuidado, cruza las piernas y, !!HORROR¡¡; en silencio, con cara de circunstancias, se empieza a quitar el reloj con ceremonia y chulería, sabiendo que todos estamos mirándole atemorizados,
casi ni respiramos.
Pues en esas estábamos, todos tensos e inmóviles como piedras, cuando va el tío y lentamente, alargando las palabras para darles más importancia, nos suelta:
“Esta noche (pausa) en el colegio (pausa) ha habido (pausa) un hurto”.

¿Será posible?
¿Un “Hurto” en el colegio?
Ya la palabrita me resonó, pero cuando inmediatamente me puse a imaginar, me saltaron las carcajadas que seguro se escucharon desde las clases de al lado.

D. Manuel,
que no entendía nada ni comprendía aquella situación que siempre había tenido totalmente controlada, no daba crédito a lo que estaba viendo y escuchando.
Yo le miraba a los ojos para ver si se me paraban las ganas de reír,
pero al contrario,
le veía aquella cara seria, preocupada, atónita y cortocircuitada,
y es que aún me hacía todo más gracia volviéndome las carcajadas.

Claro,
sabiendo cómo se las gastaba el “Billy Jou” aquel, en gran parte me estaba dando apuro verme así que no podía controlarme la risa,
pero ¿qué podía hacer?,
la imaginación era más fuerte que el miedo;
“Hurto” en el colegio robando lapiceros,
¿se puede creer?

Iñigo,
mi compañero de pupitre entonces, me daba codazos para ver si reaccionaba,
pero nada. Conseguía dos segundos de seriedad pero era igual. Normal,
enseguida me volvía la imagen de Miguel el chatarrero --conocido en Laudio como Pinocho, y en mi barrio también como Hurto--,
entrando por la ventana para robar gomas y lapiceros con su eterno buzo azul,
su eterna boina negra, mal afeitado casi siempre,
la eterna gota de moquillo colgando de su prominente nariz,
buena persona y humilde humilde...,
y es que imaginarlo era demasiado, aquello si que era ciencia ficción.

Ya conseguí calmarme 3 segundos, aún con lágrimas de la risa en los ojos,
cuando D. Manuel, ciertamente contrariado y mosqueado,
me dijo gritando:
“!!!MEEDIINAA¡¡¡ ¡¡Expulsado del colegio¡¡
¡!Vas al director y le dices que te he expulsado y lo que ha pasado¡¡”.

Vaya, pensé para mí, menudo alivio conociendo al pistolero aquel.
Así pues me levanté, salí de clase antes que se arrepienta, y bajé a dirección.

Por el camino ya me entró la seriedad pero no la preocupación porque me sentía con la Razón --la cual D.Manuel desconocía--. En otras palabras, creía tener motivos suficientes para reírme así o incluso más.
Ahora, claro está, sólo faltaba convencerle al Director de lo gracioso que es lo que me he imaginado, mire usted, a ver si al menos sonríe cuando le cuente la historieta. Dos ventajas llevaba yo, la primera que le iva a contar la Verdad, y la segunda, que el bueno de Miguel, “Hurto” en Galmaka, es más conocido en el pueblo por niños y mayores que el Alcalde.

Allí me presenté en los pasillos donde le encontré, contándole lo sucedido con pelos y señales, es decir, lo que había dicho D. Manuel, lo que yo imaginé,
y lo que me harté de reír como usted podrá comprender.

Cuando acabé mi exposición, !!sorpresa¡¡, allí que aparece D. Manuel,
que había estado escuchando detrás de mí sin que yo me diera cuenta,
y me dijo:
“!Menos mal que has dicho la verdad,
de lo contrario…¡”, haciendo un gesto que seguro me hubiera sacudido sin avisar.

La verdad. La mía, la tuya. ¿Qué hay más importante? ¿Que hay de valioso sin verdad? ¿Hay Amor sin Verdad? ¿Hay Verdad sin Amor?. Y si no sabes cómo amar, empieza por vivir en la Verdad, en la tuya, no te traiciones, no te vendas, no culpes, no te empeñes en sufrir, agradece de Verdad.

Besitos y a dormir.


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