domingo, 11 de enero de 2009

DIARIOLOGIA

En esta vida enseguida aprendemos que si quieres que te quieran, te sonrían, incluso te besen o te abracen, tienes que comportarte como te digan y gusten las personas mayores, para empezar los padres. Es normal, llegas nuevo y te tendrás que adaptar en buena parte a lo que hay. Por otro lado, el hecho de que tendamos a repetir aquellas palabras y actos que nos han traído gusto o beneficio, lo mismo que evitar aquellos que nos trajeron desacuerdos, gritos o zapatillazos, también parece lógico y natural.

El caso es que siempre hay grados y formas de decir y de mandar, aparte del porqué te lo digan o te lo manden que en cada caso varía; lo que para unos padres es perfectamente admisible, para otros es una falta de respeto, un pecado o una ordinariez, etc.

La primera vez que me emborraché --marearme ya lo había conseguido bastante antes-- tenía 14 años y el primer trofeo estrenando por romperme las manos jugando en un frontón. Llegué a casa de mis padres borracho como una cuba de champán, cointreau y karpy. Mejor dicho, me llevaron colgado de los hombros dos gemelos bien altos que jugaban a baloncesto. Antes le dieron el aviso a mi hermana la pequeña (mayor que yo), que tuvo que salir de la discoteca donde estaba para guiarnos hasta casa.

Nada recuerdo de lo que se dijo en aquellos momentos cuando me recogieron, pero aún recuerdo las miradas, el escaso segundo que conseguía fijar mi mirada y ser consciente de lo que estaba viendo: las miradas comprensivas y amables de los gemelos, la mirada de sorpresa y reconocimiento de mi hermana, y más tarde, al llegar a casa, la mirada de susto y desaprobación de mi madre.

--!Venga¡ -nos dijo a mi hermana y a mí- vamos a meterle rápido en la cama antes de que te vea tu padre. Esto sí que lo escuché, a lo que le contesté queriéndole quitar importancia, "si me dice algo, le pego una hostia que le subo a las nubes". Jajajajaja, menuda solución, y encima estaba yo como para pegarle a nadie.

Bueno, mi madre siempre tapándonos, haciéndose cargo de las disputas o problemas entre hermanos, en la escuela o en la calle; !Que no se entere Aita¡, !Que no se entere tu padre¡.

Vaya, mi padre tiene un pronto como un rayo, pero jamás nos puso la mano encima y enseguida se le pasaba como a una tormenta de verano. Sentido del humor tampoco le ha faltado, como un día que fuimos en tren a Bilbao, yo tendría unos 7 años, y él, señalándome algo a través de la ventana, me dijo, "mira, tu padre". Yo no entendía lo que me decía, ¿no estaba sentado frente a mí?. "Allí, allí", me señalaba, pero como no entendía tampoco veía nada, hasta que algo ví, un burro en una campa de hierba.

¿Sería posible?, ¿me estaba diciendo que aquel burro y él mismo eran lo mismo?, ¿se estaba llamando burro?, en definitiva, ¿se estaba riendo de sí mismo?. Con la duda y el cuidado de no ofenderle, me volví para mirarle y saber si era al burro a lo que se refería. Entonces le salió una sonrisa pícara que me alegró el alma.

Respeto y quiero a mis amigos, y no veo porqué padres e hijos no pueden ser amigos. Lo más escuchado por "expertos" es que amistad y respeto, que amistad y paternidad-maternidad, no pueden ir unidas. Así se ha hecho y se hace mayormente, ¿será por los buenos resultados que hemos obtenido?

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