Hay luces que se perciben con los ojos cerrados, y tan brillantes, que el primer impulso es a abrirlos porque te deslumbran.
El odio hacia el interior surge por no sentirnos amadas, por no sentir que la Vida nos ama, quizá tampoco alguien personal, y entonces nos menospreciamos, deprimimos y enfermamos. El odio hacia el exterior se manifiesta por no poder amar, por no encontrar Dios ni personal que merezca nuestro amor que tanto quisieramos expresar.
Te vuelves a las sombras cuando algún sol te ha quemado o deslumbrado, en general cuando ha abusado de su poder.
No hay comentarios:
Publicar un comentario